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martes, 2 de noviembre de 2010

¿Contaminar es gratis?

Opinión
de Espirales
El vertido de lodos tóxicos como el que ha ocurrido en Hungría toca muy de cerca a España. Al igual que ha sucedido en el país centroeuropeo, también aquí se produjo hace 12 años un desastre ecológico de grandes proporciones en una mina a cielo abierto, la de Aznalcóllar (Sevilla).  En aquella ocasión, la rotura de la presa de decantación de la mina de pirita (FeS2) provocó una devastadora marea negra a lo largo de 40 kilómetros , afectando a una superficie de más de 4 mil hectáreas.
El desastre se produjo en abril de 1998  sobre las riberas de los ríos Agrio y Guadiamar y los lodos estuvieron a punto de entrar en una de las joyas naturales que quedan en la Península, el Parque de Doñana. Sin embargo, las aguas tóxicas que acompañaban a los lodos continuaron fluyendo y alcanzaron su región externa, desembocando en el Guadalquivir y en Coto de Doñana. 12 años después continúan repitiéndose los mismos errores sobre problemas que podrían evitarse si las personas y entidades responsables tuvieran la suficiente profesionalidad como para hacer su trabajo correctamente, sin desatender el riesgo que supone unas instalaciones de estas características.

Un agricultor contempla los daños provocados por el desastre de Aznalcóllar, el mayor en la historia de España. (La mediateca de rtve.es)



En Doñana las cosas se han arreglado casi del todo (hay denuncias de que se siguen produciendo filtraciones tóxicas en las escombreras de la mina),  aunque ha costado mucho tiempo, esfuerzo y dinero. Precisamente el dinero es uno de los mayores obstáculos para que las cosas se hagan como deben.  Las empresas no invierten lo necesario para evitar riesgos, y cuando sucede un desastre como el que ocurrió hace 12 años en España o como el reciente en Hungría, tampoco quieren hacerse cargo de los perjuicios causados. La empresa responsable del vertido de Aznalcóllar, Bolliden-Apirsa, no ha pagado ninguno de los 45 millones de euros que le impuso el Tribunal Supremo en 2004 en concepto de indemnización, y amenaza con “tirar de la manta” si se  le sigue reclamando porque dicen que la rotura se debió a una empresa externa a Bolidén-Apirsa, que por el momento prefieren no revelar. Suena a tomadura de pelo.
Lo más grave es que en España aún quedan minas abandonadas, con el riesgo potencial que conlleva para la conservación del territorio.
Veremos cómo se hacen las cosas en Hungría. Por el bien de la naturaleza, en la que nos incluimos, esperemos que contaminar no vuelva a salir gratis nunca más. 

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